2.3.16

se viene la noche

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MI GRAN NOCHE
data: http://www.imdb.com/title/tt4412362

No se puede crear aislado del contexto. Aunque “Mi gran noche” sea una comedia bizarra, un torbellino de gags sazonados con feroces diálogos, el trasfondo social español aparece sin disimular, como lo vimos en “El crimen ferpecto” cuando Alex de la Iglesia le puso la mirada a la fiesta del consumo de la España del 2005. (Nótese la fecha: diez años atrás. Los signos del derrumbe estaban ahí, pero nadie lo quería ver). Son comedias, sí, pero atrás tienen otra cosa. La realidad se filtra entre las carcajadas y adivinamos que la mirada de de la Iglesia se transforma en un guiño para los espectadores.

Nosotros lo vemos porque estamos del otro lado del océano, porque estuvimos donde está ahora España y sabemos lo que se siente. Pero los críticos españoles vienen enojados con Alex de la Iglesia. Se adivina ese enojo al navegar por los blogs y diarios cinéfilos de España y advertimos que sus compatriotas están esperando otra cosa de de la Iglesia, subestimando la brillantez de un director que siempre tiene algo nuevo para contar, que transgrede límites saliendo de su zona de confort. Y que maneja la comedia ácida como pocos en habla castellana.

Algún día vamos a extrañar a Alex de la Iglesia. Y nos vamos a dar cuenta lo injusto que fuimos al subestimar sus obras aparentemente menores.

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“Mi gran noche” es una comedia coral, absurda, frenética, despiadada. Todo pasa durante la grabación del especial de Noche Vieja del 2015 (un clásico de la televisión española). Aislados por las protestas sindicales de los empleados despedidos de la televisora, artistas, figurantes, técnicos, productores, están encerrados desde hace una semana, grabando un interminable programa. Las peores cosas salen a la superficie. La mezquindad, la codicia, la avaricia, el deseo de figurar. Y también las cosas más sanas: el amor, la pasión, el ansia de que la vida sea algo distinto de lo que suele ser.

En un clima bullicioso, forzadamente alegre, de repeticiones inaguantables, de locura cotidiana, se despliegan las historias de un divo tiránico y un hijo que lo odia; un ídolo adolescente que retoza con cuanta joven se ponga a tiro; un chanta manager (que como es chanta tiene, por fuerza, que ser argentino); un figurante que se enamora de una joven mufa; un fanático despechado con ínfulas de asesino; una directora con su novia asistente; un gerente corrupto y despiadado; una anciana delirante aferrada a la cruz del ataúd de su marido; una pareja de presentadores que se aman y odian al mismo tiempo. El Universo de de la Iglesia en estado puro. Sazonados con números musicales que bordean el kitsch festejados por un público pago y desmotivado.

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Si la situación dramática es ideal para la comedia (y de la Iglesia la explota con mucha ironía y humor negro), hay un momento que empezamos a mirar arriba de la superficie del gag. Y nos damos cuenta que de la Iglesia ha retratado (tal vez sin querer) este particular momento de España, esta época en la que el sueño del crecimiento se ha caído y deambula entristecido, resentido con los líderes políticos que les prometieron el Paraíso, hoy perdido. En esa fiesta forzada y eterna, un pequeño grupo resiste, autoconvenciéndose de que la está pasando fantástico y que esto recién empieza, aunque los signos del derrumbe son más que evidente. Forzados a la excitación, a la complacencia, a seguir el ritmo para no quedarse afuera del banquete, el aire de estudiantina que se respira en el estudio de grabación es una muestra del creciente nivel de angustia. Aunque suban la música, se revuelquen unos a otros y rían histéricamente afuera se intercambian las balas y los gases lacrimógenos con las fuerzas de seguridad y los que están cuidando las puertas de entrada a duras penas pueden sostener a la multitud que empuja desde el exterior para tener su lugar en el jolgorio.

El desenlace habla de ese caos. Y de esa salida a la mañana, con los rastros de la resaca, con una luz matutina que iguala e ilumina. Se acabó la fiesta. Por más que algunos pocos pretendan seguir el ritmo, pretendiendo salvarse individualmente cuando la caída es tan inexorable como colectiva.

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Si la mirada puede ser un poco dura, desalentadora y cruel, Alex de la Iglesia mantiene su corazón en la mano y nos aconseja aprovechar la malaria para persistir en aquellas cosas que nos mantienen vivos: la pareja de José y Paloma, el figurante gris y la bella jettatore. Cuando todo va mal, lo mejor es que la peor maldición no puede empeorar la cosa.

Es de sabios bailar entre las ruinas, porque más bajo no se puede caer.

Del notable elenco de la película, tenemos varias perlas para disfrutar. Lucho Fernández, el asesino fan de Alphonso; la deliciosa Terele Pávez como la madre delirante; la autoparodia de Raphael como ese Alphonso tiránico, manipulador, desalmado que maneja todos los hilos desde su camerino.

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Nos quedamos con dos escenas: la última, la del helicóptero, y la llegada de Alphonso para escuchar cantar el tema que le da nombre al filme, en la voz del fanático que busca matarlo.

Mañana, las mejores frases.

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