24.6.16
el demonio de galloway
«No vayas por Galloway», dice una canción popular, «pues has de saber que Sawney Beane te espera allí». «Sawney Beane, Sawney Beane, cuídate de Sawney Beane/ No dejes que derribe tu caballo Sawney Beane». Sawney Beane, el patriarca del clan, nació en el condado de East Lothian, a pocos kilómetros de Edimburgo, en el seno de una honrada familia de labradores. El año de su nacimiento depende de cuál sea la versión de la historia, una lo emplaza en 1390, mientras que otras lo hacen en 1500. Lo único claro es que Sawney se negó desde joven a trabajar y dedicó su existencia a martirizar a sus vecinos con un comportamiento antisocial.
Según las viejas crónicas, a los 20 años el joven decidió al fin abandonar el pueblo que tanto odiaba, y que tanto le detestaba a él. Tras ser rechazados y pateados por todas las localidades escocesas, Beane y el único amigo que había seguido sus pasos se refugiaron en una cueva de la costa ante las eventualidades del invierno.
La cueva del terror y la carne
Como relata W. J. Passingham en un artículo en «Blanco y negro» del 4 de marzo de 1934, la cueva resultó profunda, amplia y seca. O al menos lo suficiente como para pasar allí todo el invierno. El único inconveniente que presentaba la guarida es que faltaban alimentos cerca. Sawney Beane exploró la zona buscando comida o algún lugareño que pudiera venderles algo, pero tan solo halló muestras de vida en un camino que terminaba en un embarcadero empleado por los escoceses para viajar a Irlanda. Hambriento y desesperado, el joven asestó un golpe a un viajero que ese momento cruzaba el camino y se llevó su cadáver a la cueva. No le interesaba su dinero o sus posesiones, solo su carne.
Con el paso de los años, Beane se casó y fue padre de ocho hijos y seis hijas. Cuantas más bocas que alimentar más viajeros cabía matar. Durante 28 años, el clan creció al ritmo de asesinatos protagonizados por el clan de caníbales, que prefería atacar por la noche y escapaba una y otra vez de la justicia. En verdad, la cueva permanecía cerrada durante largos periodos a causa de las mareas y los caníbales acostumbran a dejar pocos rastros. Su carrera criminal permaneció intacta durante décadas. Si fuera cierto el mito, el clan sería el responsable de un millar de muertes.
La leyenda cuenta que las desapariciones terminaron por atraer las miradas de las autoridades de Glasgow. Sin pistas, la justicia inició una auténtica caza de brujas que dio con los huesos de decenas de inocentes en la horca. No en vano, estas ejecuciones sirvieron de poco a la hora de amedrentar a la familia Beane, que no se vieron realmente amenazados hasta que un conocido burgués de Glasgow desapareció cuando iba a tomar un barco hacia Irlanda. El mismísimo Rey, cuya identidad varía según los términos de la leyenda, desplegó una red de espías por toda la costa con el fin de encontrar al desaparecido. Así estrecharon la búsqueda al máximo y supieron que la criatura infernal que perseguían era el «Demonio de Galloway».
El Rey se pone al frente de la búsqueda
En la versión más popular del relato, el Rey que se puso al frente de las operaciones fue Jaime I. Tras décadas dando palos de ciegos, las tropas reales acotaron al fin la ubicación donde desaparecían los viajeros y el perfil de sus captores. La tenían gracias a que el miembro varón de una pareja emboscada por Beane había logrado escapar del ataque después de contemplar, ciego de rabia, como mataban a su esposa unos hombres bestias. Con la ayuda de unos sabuesos, la expedición real dio con el escondrijo de Beane y se internó directamente en las profundidades del mal. Los muros de la cueva estaban adornados con esqueletos y el lugar habitado por salvajes. Mientras los niños jugaban con muchos de estos restos óseos, los adultos estaban inmersos en una bacanal caníbal en el momento en el que entraron los soldados del Rey.
Los caníbales fueron trasladados a Edimburgo, donde ni siquiera fueron sometidos a juicio. Se les condenó al momento a ser ejecutados. Las mujeres ardieron con sus bebés en los brazos después de una larga tortura; en tanto, los hombres fueron desmembrados hasta su último aliento. En total, el clan fundado por Beane estaba formado por 48 personas, producto del incesto, cuando las autoridades hallaron la cueva.
La leyenda sobre el clan caníbal que habitó en tiempos de Jaime I, o de Jorge VI, según otras versiones, tiene gran penetración en la historia de Escocia. Puede que el relato fuera falso o incluso que fuera una recopilación de mitos de la Escocia más oscura. Lo que sí es evidente es que el canibalismo no era desconocido en la Escocia medieval, así como que Galloway fue un lugar especialmente salvaje hasta la Edad Moderna. Aprovechando esta fama de gente poco civilizada es probable que la propaganda pro-inglesa creara la leyenda de Sawney Beane con el fin de rebajar los tiempos anteriores al dominio inglés.
(…)
“El Demonio de Galloway: el clan de caníbales que atemorizó Escocia y se comió a mil viajeros”
CÉSAR CERVERA
(abc, 09.06.16)
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