26.8.16

traductor ocasional

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El más osado y enigmático de todos los traductores argentinos fue, contra todo, José Salas Subirat, el primero que vertió al español el Ulises, la novela que James Joyce publicó en 1922, se convirtió en sinónimo de vanguardia y nadie se atrevía a versionar en su totalidad. Lo notable de Salas Subirat, que dio a conocer sorpresivamente su trabajo en 1945 en Santiago Rueda Editor, era su múltiple condición de outsider. Poco y nada se sabía de él en el ámbito literario. Se había embarcado en el proyecto -según anunciaba en una nota introductoria- para mejor entender esa novela, notoria por sus dificultades, sin tener conocimientos óptimos del inglés mientras continuaba su carrera como empleado en una compañía de seguros. Durante décadas, hasta que el poeta español José María Valverde publicó su interpretación peninsular del texto, fue la única manera de acceder a la obra más influyente de la literatura del siglo XX. El abnegado trabajo de Salas Subirat recibió numerosos reparos (algunos errores, decisiones dudosas, poca atención a las palabras compuestas del estilo joyceano) y tardíos reconocimientos, como el de Juan José Saer, que reivindicó "la materia viviente del habla" que se reflejaba en su interpretación. El traductor, a pesar de que se conocieran de él datos sueltos, quedó reducido a un simple nombre.

Pero ¿quién era, en suma? En su reciente El traductor del Ulises, Lucas Petersen se lanzó a explorar la vida y las motivaciones que podría haber tenido el traductor para acometer su empresa y, al mismo tiempo, presentar el panorama de una época, su entramado cultural, que es lo que reclama toda biografía que se precie. En su minuciosa reconstrucción, el autor, que tuvo acceso a los papeles de su biografiado (y a las ediciones de la obra de Joyce con que trabajó), nos presenta la vida de alguien corriente, un hombre común “que se introduce con desparpajo en un coto del que los hombres comunes están excluidos”. Como tantos de su generación (nació en 1900, murió en 1975), Salas tenía una inquebrantable vocación autodidacta, convencido de que la cultura era una variante del progreso personal. La traducción del Ulises por la que se lo recuerda fue apenas una de las tantas actividades a las que se consagró. Frecuentó al grupo de Boedo, publicó algunos libros, pero después de entregarle a Santiago Rueda su famosa versión apenas tradujo nada más. Se dedicó a redactar libros de superación personal y una multitud de manuales, al parecer fundamentales, sobre su especialidad: el mundo de los seguros. Al final de su vida, después de un paso laboral por Venezuela, tuvo alguna incursión como columnista televisivo ("sobre relaciones humanas y relaciones públicas") y se dedicó al dibujo y a la pintura. Aunque lanzó una versión parcialmente revisada del Ulises en 1952, Salas Subirat no parecía tener tiempo para dejarse abatir por las críticas. Era un traductor vocacional, un pionero. No deja de ser un triunfo, de todas maneras, que, a pesar de sus defectos insalvables y de que existan versiones más aggiornadas, todavía se vuelva a él, como si hubiera tocado, en su esfuerzo, algún nervio secreto del idioma.

PEDRO B. REY
“Últimas noticias de un traductor vocacional”
(la nación, 17.08.16)

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