15.11.16
auge y caída de una editorial democrática
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…la editorial Abril, fundada por italianos antifascistas y en la que participaron destacados escritores, intelectuales y periodistas, cuyo destino no estuvo exento de los vaivenes políticos y que publicó por primera vez en la Argentina las historietas de Disney.
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La historia no es difícil de situar: una editorial que apuesta por la democracia, la constitución y la libertad pero estos valores son identificados con los Estados Unidos. Abril por ello refugiará a los purgados antiperonistas de las universidades e intelectuales socialistas, muchos de ellos marcados por el Servicio de Inteligencia del Ejército como “simpatizantes comunistas” de la editorial del Pato Donald por haberse opuesto a Perón (lo que este nunca le perdonará). Cesare Civita, el creador de la editorial, volverá a contratar a colegas que se quedaron sin trabajo cuando Onganía cerró la revista Primera Plana. Esto hizo que cristalizaran hostilidades y temores contra la editorial, tanto entre los peronistas como entre los militares. Los socios de Abril se reunían ilegalmente hasta la caída de Perón y tuvieron que aprender a manejarse con un poder político autoritario en la Argentina.
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Las revistas como Claudia no eran solo de moda y es precisamente con esta revista que la presencia de las mujeres en la empresa se vuelve importante, siendo ellas las que allí decidían en una publicación que incluía cuentos de prestigiosos autores, notas y entrevistas a personajes famosos, y donde Oriana Fallaci era el modelo de periodista femenina. El “estilo Claudia” buscaba combinar el saber vestirse con la cultura. Jeanne Moreau, Brigitte Bardot y Geraldine Chaplin se volvieron por ello representativas del estilo de la revista en los 60, década de mayor dinamismo para la empresa y años en los que se empieza a tomar partido por los jóvenes y las nuevas formas de enfrentar la sexualidad.
Siete Días copiaba a Life y quería ser el Paris Match local (…)pero su vínculo con Time la exponía –como con el Pato Donald– a la crítica antiestadounidense. En el breve lapso de los gobiernos civiles de Frondizi e Ilia, Abril había ampliado su producción con una prensa femenina moderna y con semanarios de actualidad. Pero en poco tiempo las críticas a sus publicaciones empezaron a llegar tanto de sectores tradicionalistas y conservadores como de los sectores de la extrema izquierda, antimperialista y hostil a la cultura yanqui.
En 1975 la Triple A hizo estallar una bomba lanzapanfletos frente al edificio de Abril con amenazas a escritores, periodistas y a la familia Civita, que decidió en consecuencia abandonar el país. La revista Panorama era una “piedra en el zapato” que el gobierno de Isabel quería eliminar. A su vez, El Descamisado de los montoneros atacaba a Civita como gorila y oligarca mientras la revista se repartía a través del distribuidor de Abril. Civita buscaba simplemente una línea editorial democrática, pero en la Argentina de los 70 se era etiquetado como reaccionario o revolucionario.
Para López Rega y Massera, Civita sería un enemigo y su editorial un botín de guerra. Por ello, y a pesar de no tener intereses políticos, no pudo evitar quedar envuelto en la violencia de esos años. Abril publicaría desde una Gran Historia de Latinoamérica dirigida por José Luis Romero hasta una biografía de Perón a cargo de su biógrafo de confianza. Políticos, militares y oportunistas se lanzarán a la conquista de la editorial y la autora lleva la investigación hasta la historia de los orígenes de Papel Prensa.
(…) Gelbard, el ministro de Economía del último gobierno de Perón, estableció las condiciones para obligar a Civita a ceder su paquete accionario en Papel Prensa. En agosto de 1973 el establecimiento tipográfico de Abril fue tomado por los trabajadores y Raymundo Ongaro definió a Civita como un oligarca. En diciembre decidió vender su parte de Papel Prensa: Gelbard fijó el precio y las condiciones de venta. La autora relata el difícil período para los empresarios periodísticos en el último gobierno de Perón. Allí, relata, aparece Graiver, que administraba el dinero de los secuestros de los montoneros pero también el de López Rega y de Isabel Perón. Gelbard habría comenzado a hacer fortuna con el primer peronismo y se proponía someter a la prensa (por la cual se sentía atacado, sobre todo por Clarín) a través del control del papel. Y apenas Graiver adquiere Papel Prensa un decreto lo favorecerá con ingentes desgravaciones fiscales.
Pero allí no terminaron los problemas de Civita. La Triple A lo amenazó de muerte cuando luego, como antes Gelbard pero ahora con métodos más violentos, López Rega querrá controlar los medios y, como dijimos, Civita se fue del país.
Panorama dejó de salir en abril de 1975 ante presiones políticas para desaparecer de la opinión pública como primer paso en las acciones tendientes a enajenar los bienes físicos de la editora.
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Cuando cae el gobierno de Isabel, Cesare Civita vuelve a la Argentina pero en sus revistas había periodistas de la izquierda peronista y la editorial tenía una historia de condescendencia con los montoneros. Estaba ahora en la mira de Massera (como antes de López Rega y antes de Gelbard). En julio de 1976, delante de su casa, arrojaron volantes con la leyenda “Patria o muerte”. Y la orden fue que dejara el país en 48 horas si no quería morir con toda su familia.
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El relato no tiene un final feliz, termina con un destierro, mientras en la Argentina la editorial en manos de sus nuevos propietarios se precipitaba a una rápida decadencia.
DANIEL SCARFO
“Esplendor y ocaso de la editorial Abril”
(ñ, 08.11.16)
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