21.11.17

peste negra

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La peste bubónica o «muerte negra» nos retrotrae al imaginario de tiempos pasados, sobre todo a las pandemias medievales que comprometían la supervivencia de grandes grupos de población. Contra lo que pueda parecer la peste bubónica todavía pervive en la actualidad, si bien de modo marginal. Aun cuando hoy día existen tratamientos efectivos la infección continúa siendo extremadamente grave.

La peste está causada por la bacteria Yersinia pestis, un bacilo descrito por el microbiólogo franco-suizo, adscrito al Instituto Pasteur de París, Alexander Yersin, quien lo denominó Pasteurella pestis. En 1967 se creó el género Yersinia en su honor; y el bacilo cambió su nomenclatura a Yersinia pestis.

El hombre contrae la infección cuando sufre la picadura de una pulga que contiene en su sistema digestivo los bacilos infecciosos. Los roedores (sobre todo las ratas) actúan como porteadores de pulgas (ver dibujo que acompaña al texto) con su cargamento de bacterias patógenas.

Según el Center for Disease Control and Prevention norteamericano, con sede en Atlanta, Georgia, existen tres variantes de la peste en humanos: peste bubónica, peste septicémica y peste neumónica. Las tres comparten síntomas inespecíficos: fiebre, debilidad extrema y malestar. Cada tipo de peste tiene, además, su sintomatología característica.

La peste bubónica debuta con fiebre elevada, cefalea, malestar, debilidad e inflamación de nódulos linfáticos (bubones). La bacteria (Yersinia pestis) se multiplica en el interior de los nódulos linfáticos. Desde allí alcanza la sangre, difundiéndose a casi cualquier tejido corporal. La presencia de la bacteria en la sangre da lugar a la peste septicémica. La peste bubónica es subsidiaria a la picadura de una pulga infectada.

La peste septicémica comienza de idéntica manera (fiebre, malestar y debilidad), pero enseguida aparece dolor abdominal, hemorragias generalizadas que abocan a hipotensión y colapso circulatorio en piel y otros órganos que pueden desencadenar hipotensión y colapso circulatorio. Esta variante de peste (septicémica) se desarrolla por la picadura de una pulga o por la manipulación de animales infectados. Los ganglios linfáticos invadidos por la bacteria (bubones) otorgan un aspecto negruzco en pies, piernas, manos y brazos. De ahí la denominación de «muerte negra». La peste septicémica es «fulminante», causando la muerte en pocos días, sin que a veces de tiempo a que se hagan evidentes los bubones característicos. En muchas ocasiones el diagnóstico solo puede realizarse post-mortem (autopsias). Es la menos frecuente de las tres variantes de peste.

La peste neumónica tiene sintomatología específica: disnea (insuficiencia respiratoria), dolor torácico, tos y hemoptisis (esputos sanguinolentos) –síntomas comunes de cualquier neumonía bacteriana-. Esta forma de peste (neumónica) se contrae a través de la inhalación de gotas conteniendo la bacteria; pero también es el resultado de la extensión de la peste bubónica o septicémica al tejido pulmonar. La peste neumónica puede causar fracaso de la función respiratoria. Es la forma más contagiosa (transmisión directa entre humanos por vía aérea) responsable de las otrora temibles pandemias de peste.

La peste, en sus tres variantes (bubónica, septicémica y neumónica) tiene una mortandad muy elevada, entre un 50% y 60% de quienes sufren el contagio y no reciben un tratamiento adecuado (estimaciones de la Organización Mundial de la Salud). El tratamiento apropiado se fundamenta en dos antibióticos clásicos: Gentamicina y Doxiciclina. No obstante el resultado del tratamiento antibiótico depende en gran medida de que se actúe prontamente.

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Entre los años 1348 y 1351 Europa padeció una de las peores pandemias de peste. Los judíos fueron acusados de propagar la enfermedad por su costumbre de almacenar durante el invierno más grano que otros campesinos. Durante la Pascua judía (en primavera) sacaban el grano de sus almacenes para airearlo. Pero no solo se aireaba el grano, sino que se esparcían las ratas infestadas de pulgas portadoras del bacilo de la peste. Las epidemias de peste eran más frecuentes durante los meses cálidos. De hecho en España el santo patrón contra la peste es San Roque, el 16 de agosto, en la época álgida de la canícula.

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Para comprender la expansión hacia Occidente de la peste bubónica («Muerte Negra») hemos de retrotraernos a los tiempos de Möngke Khan, nieto del más célebre Genghis Khan, quien en 1252 envió sus ejércitos hacia el sur, hasta lo que hoy día es Burna (Birmania). Junto a sus tropas viajaba otro «ejército», éste de ratas. Cuando las tropas regresaron, las ratas con sus pulgas infectadas expandieron el bacilo entre las marmotas de Mongolia. La ruta de la seda sirvió de cauce para que los bacilos, las pulgas infectadas con bacilos y las ratas infestadas con las pulgas se expandieran hacia Occidente. Las caravanas que hacían la ruta de la seda llevaron la cohorte de ratas, pulgas y bacilos hasta los puertos del Mar Negro, sobre todo Kaffa, en la península de Crimea. Era el año 1346. Desde allí la expansión hacia Europa era inevitable: Venecia primero, Marsella después, la epidemia se extendió sin control.

Un siglo antes (siglo XIII) navegantes indios y egipcios iniciaron el viaje del virus desde la región de los Grandes Lagos centroafricanos hasta los puertos del Índico, desde donde la peste se expandió por Asia.

Se sabe que los habitantes de la región de Manchuria evitaron la peste bubónica («Muerte Negra») por la creencia que las marmotas transportaban el alma de los muertos. Se las podía matar pero no usar como alimento. Esta restricción religiosa les ofreció una cierta protección frente a las epidemias, junto con la dispersión de la población de esas remotas regiones, y la vida relativamente nómada. Todo cambió cuando los inmigrantes chinos comenzaron a usar marmotas como parte de su dieta.

Si bien la «Muerte Negra» europea del siglo XIV es la más conocida, por documentada, hay otras que no debemos obviar. Tal vez la primera de la que existen registros históricos fue la «Plaga de Justiniano I» alrededor del año 541 AD, con numerosos rebrotes durante los dos siglos posteriores.

La tercera gran pandemia comenzó en China en la década de 1860, alcanzando Hong Kong (entonces ya parte del Imperio Británico) en 1894. Durante los siguientes veinte años la peste se expandió por las grandes ciudades portuarias a lo largo de todo el planeta. Se estima que esta pandemia de peste (la última hasta ahora) causó alrededor de diez millones de muertos. No solo infectó a humanos sino a una ingente cantidad de ardillas en todo el mundo. Como siempre sucede tras una pandemia, surgieron una serie de brotes más limitados en los años siguientes.

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La peste arribó al territorio continental de Estados Unidos alrededor de 1900 junto con las ratas que viajaban en barcos procedentes de Asia. Muy pronto las pulgas infectadas se expandieron desde los grandes puertos del Pacífico hacia otras áreas del interior del país. En este sentido, las ratas hicieron el viaje inverso a los conquistadores, de oeste a este hasta alcanzar las grandes metrópolis norteamericanas de la costa del Atlántico. Sin embargo, casi todos los esporádicos casos se siguen notificando en el lejano oeste norteamericano, desde New Mexico a Colorado, Arizona, California, Oregon y Nevada. Una vegetación con abundantes pinares y bosques de juníperos favorecen la proliferación de roedores y pulgas.

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“La verdad que se esconde tras la «muerte negra»”
JOSÉ MANUEL LÓPEZ TRICAS
(abc, 16.11.17)

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