Una de las postales más recordadas y emotivas del año futbolístico argentino, se dio en la Copa Argentina. El 15 de agosto de 2017, en el Estadio Padre Martearena de Salta, River enfrentaba a Atlas. El poderoso equipo de Primera A se topaba con un modesto equipo de la D y el resultado fue el esperado: 3 a 0 para el equipo que finalmente se llevaría el torneo. Pero todos los hinchas de fútbol, de cualquier equipo, recordarán el emotivo ingreso de Wilson Severino, goleador histórico de Atlas, con el retiro en el bolsillo, que ingresó los últimos minutos para recibir el homenaje de su club ante el equipo del que era hincha. Severino, hombre del Ascenso, un fútbol con más carencias que felicidades, no pudo evitar las lágrimas al cumplir su sueño. Y Leonardo Ponzio, capitán de River, en medio del partido, le dio un gran abrazo, uniendo realidades opuestas en el juego.
Hace un par de semanas, tuvimos la oportunidad de que llegara a nuestras manos el libro de nuestro amigo y vecino Miguel Ángel Giordano, ex jugador, periodista y hombre de Atlas, con una larga relación con el goleador Wilson Severino. “Detrás de la pelota. La vida de Wilson Severino”, su libro, es el fruto de muchas horas de conversación con el goleador de Atlas, proyecto surgido mucho antes de que Wilson Severino captara la atención de la prensa local por el partido con River.
“Detrás de la pelota. La vida de Wilson Severino” es la conmovedora historia de un hombre que encontró un camino en el fútbol, en un lugar de sacrificio, trabajo, esfuerzo. Severino es un símbolo de esos jugadores del Ascenso que se destacan por sobre las limitaciones del contexto económico y social, gracias a su amor al juego. Sus anécdotas, sus altas y bajas, su recuerdo por las categorías menores del fútbol local, nos habla del otro fútbol, lejos de los reflectores y cerca del corazón.
Para los que quieren el fútbol, “Detrás de la pelota. La vida de Wilson Severino” de Miguel Ángel Giordano es un compromiso ineludible.
El libro de Giordano lo pueden conseguir contáctandolo al siguiente e-mail:
libroseverino@gmail.com
Y a modo de tentarlos, como hacemos habitualmente, reproducimos algunos párrafos sueltos del libro para que tengan una idea del buen material que se van a encontrar.
Mis sueños son redondos y, como el perfume Chanel N° 5 que Marilyn Monroe se ponía para ir desnuda a la cama, yo también voy desnudo a la cama con la N° 5 entre mis brazos, entre mis sueños.
“Quise comerme la vida y, en algún momento, ella casi me devora”. Por eso, siempre digo que el fútbol me rescató de la calle. Me civilizó, me educó.
He sido albañil, peón, vendedor ambulante, pero siempre me he manejado con respeto. No por vivir en la calle hay que ser un irrespetuoso.
Me pasó muchas veces, que salí de la cancha después de un partido y con la misma ropa de futbolista llegaba a trabajar en el Ferrocarril. O al revés, llegar a un entrenamiento o algún partido, vestido de ferroviario.
Un solo acto te puede marcar para el resto de la vida. Para bien o para mal.
La pelota no me deba de comer, ni me daba las zapatillas que rompía jugando.
Lo único que de grande me sacó de la pelota fue el trabajo. Yo estaba enojado porque el trabajar me quitaba el tiempo para estar con la pelota.
Hoy día me resta tiempo para estar con mi familia. Trabajo seis días y también practico y el séptimo día juego.
Cuando nación mi hija a las 15:15 Hs., yo llegué a la cancha a las 15:55 Hs. El árbitro demoró 15 minutos el partido porque los dirigentes le dijeron por lo que yo estaba pasando. Nació la nena, les di un beso, les dije que las amaba a las dos y me fui a jugar.
Los árbitros son como los arqueros. Son personas especiales.
Recuerdo un día que íbamos perdiendo uno a cero frente a Argentino de Quilmes en el “Santuario” y a mí no me estaban saliendo bien las cosas y los hinchas me estaban puteando mal, pero muy mal. En una jugada, “Luquitas” Ponzio saca largo y la tomo desde la mitad de la cancha y me voy hacia el arco entre tres jugadores y defino metiéndome adentro del arco. Me saqué la camiseta y se lo fui a gritar a la hinchada que me había estado insultando.
En ese momento cambiaron los insultos por el famoso:
“Aguante Wilson la puta que lo parió...”.
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