Los alumnos oían hablar de las doctrinas grecorromanas sobre la patria, que minimizaban al individuo y hacían que Roma fuera mucho más importante que los romanos. Con ese concepto, el ciudadano luego lo esperaba todo del Estado y no confiaba en sus propias fuerzas como persona.
Había -les decía este anciano que parecía vigorizarse con la exposición de sus ideas- que romper este molde de falso patriotismo, que sólo enriquece a los políticos, para construir una sociedad en que el esfuerzo individual cree caminos, ferrocarriles, industrias y pueble los desiertos.
En este orden laborioso de cristiano individualismo -les enseñaba- no habrá lugar para que los déspotas a cargo del Estado puedan cercenar sus derechos a los ciudadanos en nombre del interés social, ni para que los gobiernos puedan lograr que se destierre la tolerancia o la paz entre los hombres.
JOSÉ IGNACIO GARCÍA HAMILTON
“Vida de un ausente”
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