2.2.11
un western de los hermanos Coen
TEMPLE DE ACERO
data: http://www.imdb.com/title/tt1403865/
Una remake de un viejo western con John Wayne, reuniendo a Jeff Bridges, Matt Damon y Josh Brolin, con guión de los hermanos Coen, adaptando la novela de Charles Portis. La mezcla prometía como lo más interesante de los próximos estrenos oscarizados que están por caer. Y en realidad, la película alcanza un buen nivel. Pero sólo hasta ahí. Está el humor entre líneas absurdo característico de los Coen, pero sólo en mínimas dosis. Y hay un apego por el modelo del western, sin cruzar demasiado la línea de la corrección. Sólida sí, pero se extrañan los delirios creativos de los Coen.
Mattie Ross tiene 14 años y llega a un pueblo del Lejano Oeste a buscar el cadáver de su padre, asesinado y robado por su ayudante. La joven tiene un propósito más: contratar a un hombre que rastree al asesino fugitivo, encontrarlo y matarlo para vengar la muerte de su padre. Para esa tarea, elegirá a un comisario veterano, tuerto, borracho y valiente, con el que se meterá en territorio indio en busca del asesino.
La adaptación de los hermanos Coen se centró en el personaje de la joven vengadora y rescató el espíritu ligeramente burlón de la novela original. Hay un tono grandilocuente en las frases de los personajes, un eco de catedrales solemnes, un estilo adrede que subraya, sutilmente, la ironía de la sentencia dicha con convicción. En algunos de esos diálogos, se afila el lápiz de los Coen. Pero son excepciones, pequeños brillos en el camino.
Tras la historia de la venganza, hay otra historia: es la amistad que forjan la adolescente y el viejo marshall. LaBouef, el Ranger Texas que tercia entre ambos, viene sobrando.
El contexto juega un rol en la historia. Son personajes nobles, con un fuerte sentido ético, en un ambiente caótico, salvaje, donde la naturaleza es tan agresiva y traicionera como los seres humanos. La muerte aparece de improviso, cruda y sin refinamientos, sin dar segundas oportunidades. Y esta aparición sorpresiva es tan habitual que logra que los personajes no se inmuten cuando ésta los salpique con su estela de sangre.
Todo el filme parece transmitirnos esa pátina de la penumbra, aunque estén a plena luz del sol. Anoten a la fotografía de Roger Deakins como responsable.
Y (un rasgo del universo Coen), el destino impone sus condiciones mediante una aleatoriedad absurda. Los caminos se cruzan, dando al traste con los planes pergeñados de antemano. No hay sentido en la trama del filme. La búsqueda no es racional, va a saltos, encuentra el éxito por la mera casualidad. Da lo mismo una cosa que la otra: al final, el Universo se mueve para que Mattie se cruce con Chaney porque estaban predestinados a ese encuentro, aunque hubieran tomado caminos opuestos desde el principio.
Si el elenco es la otra pata fuerte del filme, llama la atención que, con los pesos pesados que hay en el casting, la película se la robe Hailee Steinfeld, revelación en su rol de Mattie Ross.
Aún reuniendo estos puntos fuertes, “Temple de acero” no termina de despegar de su plataforma de corrección. Es un filme que se pone de pie, que parece querer contar algo más de lo que cuenta, pero que se queda ahí, pegando saltitos a poco de corretear.
Sin ser mala, no es genial. Y (ahí puede estar el problema) no es nada menos que ese piso al que nos tenían acostumbrados las últimas películas de los hermanos Coen.
Mañana, las mejores frases.
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