2.3.11
la tentación del final que contenta al público
THE NEXT THREE DAYS
data: http://www.imdb.com/title/tt1458175/
“The next three days” es un thriller muy bien escrito y dirigido por Paul Haggis, la remake de un filme francés (“Pour elle” del 2008). Es una historia sólida, con buenos actores, monopolizada por Rusell Crowe sobre quién gira el 90% de la trama.
John Brennan es un maestro de escuela que se propone sacar de la cárcel a su esposa, condenada por asesinato. Un feliz matrimonio con un hijo pequeño que se ha derrumbado por pruebas circunstanciales. John sabe que no hay vida, ni para él ni para su hijo, si su esposa Lara sigue en prisión.
Más allá de las objeciones sobre la verosimilitud de la trama (si un maestro de escuela puede engañar a toda la policía de Pittsburgh), en la que no caeremos porque toda ficción exige una suspensión de la incredulidad de parte del espectador, sin haber visto la película original nos jugamos por una objeción al final, razón de ser de este post. Los que no hayan visto la película y no quieran que le contemos el final, detengan acá la lectura de esta crítica y la posponen para el futuro.
“The next three days” tiene dos escenas claves que se entrelazan (dos plot points, en el esquema de guión de Syd Field). La primera escena es la charla de John con Damon Pennington (breve pero decisiva participación de Liam Neeson). Damon es un ex convicto que vive de escribir libros donde cuenta cómo ha escapado varias veces de prisión. John ya tiene en mente que quiere sacar a su esposa de la cárcel por medios no lícitos, pero no sabe cómo. Damon le da un plan de ruta. Pero le hace una advertencia: lo primero que tiene que saber es hasta qué punto está dispuesto a ir por la fuga. En algún momento, va a tener que tomar una decisión y dejar a alguien atrás. Y él tiene que preguntarse si está dispuesto a eso.
Esta escena se enlaza con una cercana al desenlace, cuando John se escapa con Lara y van en busca de su hijo, que está en el cumpleaños de una compañerita del colegio. John viene cronometrando el tiempo porque sabe que la policía tiene un estricto esquema para cerrar las rutas y detener los vehículos. Le quedan 10 minutos para recoger al pibe y escapar rumbo al aeropuerto donde lo espera un avión, antes que cerquen los caminos.
Pero, héte aquí que, cuando va a buscar al chico, se entera que el nene está en el zoológico, donde verdaderamente era el cumpleaños, y no en la casa de la nenita agasajada como creyó en un principio. Desliz fatal en el plan de Joh, porque ese desvío consume 17 minutos. Está fuera del rango.
John y Lara, a los piques, por la ruta, guiados por el GPS, van al zoológico. Pero llega un momento en el que John mira el reloj, evalúa la situación y toma la ruta al aeropuerto, con el corazón sangrando en la mano.
La esposa se quiere tirar del auto, él la sostiene y quedan unos segundos al costado del auto llorando. Luego suben y se ponen en marcha.
Bueno, ése era el final. No faltaba más.
Desde la escena con Damon, el mecanismo de relojería ingeniado por John, conducía a que, ante cualquier alteración, cualquier error, cualquier cambio respecto al plan de ruta, algún costo había que pagar. Y ése costo era dejar al chiquito atrás, cuidado por los abuelos, y ver cómo, en el futuro, lo podía traer con su esposa al paraíso donde se habían evadido de la justicia norteamericana.
Pero, ¿qué pasó aquí? John va a buscar al nene, improvisan otro plan en el camino, y, de pura casualidad, logran su cometido, viviendo todos felices en alguna parte de Venezuela.
Error. Ése es el final del focus group, el del espectador de telenovela que quiere el final feliz porque “esa familia merece estar junta”. En realidad, el guión, estructural y dramáticamente, termina cuando ellos toman la ruta al aeropuerto y dejan atrás al nene. No se puede ganar siempre. Hay un costo y este debe tomarse, so pena de sufrir otro mayor. Ése final es, dramáticamente, muy superior al elegido.
El final feliz arruina “The next three days”. Neguemos la posibilidad de que los Brennan hayan vuelto al zoológico para rescatar a su hijo y tendremos una muy buena película.
Y me juego, sin haberla visto, que la película original francesa tiene un desenlace distinto. Si alguno la vio, please, soplen el final. Y sino, a buscarla en el videoclub (si queda abierto alguno) para comparar las diferencias.
Un último apunte: la fuerza de voluntad de Russell Crowe, no tanto para luchar contra la policía, sino para no dejar a la bruja en la cárcel y levantarse a la mamá de la compañerita de su hijo, la hermosa Olivia Wilde que vimos en “Dr. House”. Una más: breve pero sublime, la despedida final entre padre e hijo que componen Crowe con Brian Dennehy. Para remarcar.
Y un último punto: la acusación de soñador, de vivir en una realidad alternativa que, tanto su padre como su esposa, le achacan a John en algún momento del filme. Remarcado en la cita del Quijote con la que se dirige a sus alumnos, John demuestra que aquel que no tiene imaginación sólo se adapta a la mierda que puede ofrecerle el mundo. Al final, el imaginativo se sale con la suya. Sólo faltaba que expresara un revanchista: “¿Y? ¿Ahora que decís?”. Es un buen apunte psicológico del personaje que un buen guionista como Paul Haggis sabe como tensar en medio de una historia de acción.
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