30.10.12

las palomas de plaza de mayo

clarín

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En la Ciudad de Buenos Aires, la Columbia livia (su nombre científico) tiene su historia. Conocida también como “paloma de las rocas” o “paloma bravía”, esta ave procrea todo el año y tiene un período de incubación de entre 15 y 20 días. Pero ¿cómo llegó este “bicho”, tan común en la Europa Meridional, en el Norte de Africa y en Asia, a estas regiones de América? Se cree que fue en los barcos de los conquistadores, aunque se sabe que pueden recorrer largas distancias.

En Buenos Aires se dice que hubo alguien que influyó mucho en su desarrollo y en que hicieran de la Plaza de Mayo un lugar de concentración especial. Se llamaba Benito Costoya, un español que, a principios del siglo XIX, eligió a esta ciudad como su lugar en el mundo. Cuentan que el hombre, ya jubilado, se había instalado en la zona de la Costanera Sur donde criaba a cientos de palomas. Los más exagerados hablan de que llegó a tener unas quince mil.

Lo concreto es que Costoya tenía cierto predicamento sobre las aves: con un silbato les daba órdenes y las palomas volaban, bajaban o se desplegaban, según cuál fuera el mensaje. Y recuerdan que muchas veces, a través de los puentes, llegaba hasta la histórica plaza guiando a aquellas bandadas. Entonces, les hacía realizar exhibiciones, ganándose algunas propinas de la gente que las admiraba.

Su nombre alcanzó tanta notoriedad que hasta el Municipio llegó a contratar a sus palomas que, con las alas pintadas según la ocasión, participaban en distintos eventos. En las fiestas patrias iban coloreadas de celeste y blanco. Y se recuerda que en el Congreso Eucarístico de 1934 sobrevolaron la gran cruz montada en el Monumento de los Españoles, en Palermo, luciendo el amarillo y blanco de la bandera del Vaticano. También mencionan que en mayo de 1936 estuvieron en la ceremonia inaugural del Obelisco y que, en 1931, lucieron los colores de la bandera británica cuando Eduardo de Windsor, príncipe de Gales, visitó Buenos Aires.

Eran los tiempos en que Costoya recibía un subsidio municipal con el que compraba el maíz para sus palomas. Claro que aquello duró sólo hasta 1937. El 1 de julio de ese año, Don Benito murió y las aves se quedaron sin su guía. De todas maneras mantuvieron la costumbre de llegarse a la Plaza de Mayo y hasta extendieron su radio de acción hacia otras plazas porteñas.

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…también abundan los gorriones, originarios de Europa. La leyenda siempre sostuvo que quien los trajo fue Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, otros cuentan que arribaron desde Europa en 1870, en un viaje que hizo el cervecero Emilio Bieckert. Dicen que tuvo problemas en la Aduana y entonces, para escaparle a la traba burocrática, simplemente abrió las jaulas. Pero esa es otra historia.

“El largo viaje de las palomas”
EDUARDO PARISE
(clarín, 22.10.12)

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