duelo de artistas

Mientras comíamos (dicho sea de paso, muy bien), (Rogelio) Yrurtia me pidio que le explicara qué era el arte moderno. Yo le pregunté risueñamente si no sería mejor dejar esos temas un tanto arduos para otro día, visto y considerando que los cuatro nos sentíamos muy bien en torno a una mesa opípara y respirando, por añadidura, el perfume de las flores. Pero insistió; entonces saltó (Antonio) Sibellino a explicarle la imagen bien gráfica. De pie, dibujando una curva veloz en el aire, Sibellino explicó: “Vea, Maestro... ¡Zas! salta la liebre huyendo del cazador y describe su parábola. El artista moderno toma su lápiz y la dibuja con una línea, no se necesita más; en tanto que el artista antiguo la dibuja con todos sus pelitos, ¿estamos?”



Yrurtia no dijo ni sí ni no, parecía rumiar el asunto; sin cambiar de tema, yo agregué algunas palabras sobre lo sintético de la explicación y la velada transcurrió hasta el fin agradablemente. Pero resulta que al día siguiente, a primera hora, Yrurtia llamó a Sibellino al teléfono y le dijo de entrada:

-“¿De... de manera, mocito, que... que el de los pe... pelitos soy yo? Los aguardo esta tarde en casa.”



Apenas nuestro Sibellino hubo puesto allí los pies, estalló un cambio de palabras violento, tan violento que Yrurtia se fue a la panoplia y agarró un sable; ni corto ni perezoso, Sibellino dio un salto, agarró otro y empezaron los dos a correr y esquivarse alrededor de una mesa. Cuando la cosa se puso en verdad seria, fue Yrurtia quién se recobró primero, como si se diera cuenta de pronto del horror de lo que estaba pasando, y le dijo a su joven amigo -“Ca... caro Sibellino, es... estamos jugando ¿no?” -“Sí, sí, Maestro, -se apresuró a asentir Sibellino-, es cierto estamos jugando”. Ambos dejaron los sables en sus respectivos sitios. “Pero -me agregó Sibellino, comentando la insólita escena-, yo no lo perdía de vista. Y eso de que estábamos jugando ¡macanas! Si yo no agarro enseguida la espada y me pongo detrás de la mesa, me divide en dos el viejo ¡estaba furioso!”

EMILIO PETTORUTI
“Un pintor ante el espejo”