26.6.13

jugando a reescribir el guión de “El Hombre de Acero”

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Uno de los ejercicios que nos gustaba hacer en las críticas cinematográficas en los primeros tiempos de esta página, era el de proponer mejoras de guión a los filmes que veíamos. Hace tiempo que no caíamos en ese vicio tan estimulante, así que nos pareció un buen momento para poner las manos en la masa y mejorar el guión de “El Hombre de Acero” que, como vieron en la crítica de ayer, no nos gustó ni medio.

(¡Ojo con lo sigue!: puede haber spoilers. Así que si no vieron la película, sigan de largo.)

La idea central de nuestro guión es que Clark Kent esconde sus poderes. El tipo va a menos, en un mundo que se va al tacho de la basura, para no ser el “distinto”, el freak que llame la atención del resto. Y la tensión dramática principal de nuestro guión será el de intervenir o no intervenir. Sería la representación del precepto de que el mayor problema de estos tiempos es que los hombres buenos no hacen nada contra los actos de los malvados.

Empezamos con una muestra variopinta de lo inmundo que es el mundo. Vemos actos de corrupción, hechos bélicos, explotación de débiles, prostitución, droga, muertes, torturas y violencia. En el medio, la estupidez de los reality shows, la entronización de la idiotez. En el marasmo de la mediocridad, se destaca la lucha individual de Lois Lane, una periodista que no ceja en enfrentar a los mafiosos, en rescatar los pequeños hechos heroicos de los puros. Está en desventaja, pero ella no baja los brazos.

En pocas escenas, deducimos que Lois viene golpeada. Adivinamos unas cicatrices en sus muñecas, un intento fallido de suicidio; la vemos formando parte de grupos de autoayuda de rehabilitación de adictos, donde da el testimonio de que ella estuvo al borde de la muerte y alguien le tendió la mano. Que nadie debe dejar de creer, que siempre hay alguien que cree en nosotros y que nos da fuerzas para cambiar. Que no hay peor prejuicio que creer que el futuro no puede ser mejor.

Tras esa presentación, vemos una colosal nave espacial que, desde las alturas, aterroriza a la ciudad. Destroza varios edificios, causa miles de muertes y desbarata todas las defensas en cuestión de minutos. Cuando los humanos están rendidos, el General Zod interfiere las señales televisivas y redes sociales del planeta y se manda la amenaza de que viene de un largo camino a buscar a un coterráneo que está escondido hace años en este planeta: Kar-El. Y que la humanidad tiene 24 horas para entregarlo o destruirá el planeta.

Lois Lane sale del grupo de autoayuda cuando ve que su celular tiene decenas de llamados y mensajes en espera. Atiende y es el director del diario que le recomienda acercarse a un televisor. Lois entra en un café, la gente está aterrada viendo los medios y en un televisor, un periodista venido a menos, ex colaborador de Lois, borrachín y bastante bastardo, la señala como la persona que conoce al extraterrestre que están buscando.

Toda la gente en el café la señala, mientras los medios siguen la campaña de “hay que entregar al alienígena: no es nuestra responsabilidad, es un problema de ellos, ¿por qué vamos a poner la cara nosotros por ellos?”. Al borde del linchamiento, llega un pelotón de autos de los servicios de inteligencia y se la llevan a Lois, con rumbo desconocido.

Corte a negro. Título: “Diez años antes”.

Primer plano de Lois Lane, diez años más joven pero (y no es una paradoja) diez años más vieja. El peso de la angustia, el exceso de drogas, se observa en su rostro. Abre la cámara y la vemos descalza, al borde de un puente, sobre un río caudaloso, a punto de lanzarse al vacío. Tiene una botella de vodka semivacía en su mano que deja estrellar contra el suelo.

Lois cierra los ojos y se lanza. En un instante, cruza la pantalla un hombre volador: Superman (o Clark Kent hasta ahí). El tipo, harapiento, con bajo perfil, la deja en una orilla y le dice que no vuelva a hacer locuras. Momento mágico bajo la luz de la luna y música romántica. Luego Clark se va y ella se queda mirando.

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Empieza la segunda parte del filme, la búsqueda de Clark Kent. Lois se rehabilita y, de vuelta a su trabajo, se propone averiguar quién es el hombre (¿hombre?) que la rescató. Ahí empezamos la caza de las hazañas de Clark. Lois remonta la serie de pistas que dejó, charlando con testigos, amigos, conocidos, hasta llegar a la infancia del chico que rescató a sus compañeritos de un autobús que cayó al río.

Lois logra una dirección: un rancho en Kansas. Y va hacia allá.

La atiende la mamá adoptiva de Superman, Martha Kent, quien le cuenta de su marido, de los consejos que le daba al pequeño Clark (de ocultar lo que era hasta definir qué clase de hombre quiere ser) y de cómo Clark vive vagando, escondido, para no ser un freak. Y de cómo Clark se enteró de su pasado viendo los archivos holográficos de la nave espacial, grabados por Jor-El.

Martha le cuenta el sacrificio que tuvo que hacer Clark, cuando dejó morir a su padre, en un tornado, para no develar su identidad. Y como lo afectó terriblemente, llevando una vida gris, alejado de todo contacto humano. Martha Kent le pide a Lois que deje a ese niño (su niño) en paz. Que si ella descubre el paradero de Clark, no podrá llevar nunca más una vida normal. “Clark necesita alguien que lo ame. Como todos nosotros” sentencia mirando a la futura nuera con ojos húmedos.

Lois decide suspender la investigación y lo archiva en el cajón de su escritorio.

Corte al presente. Lois está en una sala de interrogatorios de los servicios secretos. El interrogador le tira dicha carpeta archivada sobre el escritorio. Ella se niega a contestar. La amenazan con mandarla a Guantánamo (o ¡peor! ¡A Devoto!). En eso irrumpe Kent. Desbarata todas las defensas, resiste todos los tiros y granadas. Pero no viene en son de guerra. Viene a entregarse. Sólo para eximir de responsabilidad a Lois.

Próximo segmento: la entrega de Superman al General Zod. Clark le dice a Lois que no cree que Zod cumpla con su palabra. Y ahí le cuenta cómo supo de Zod: el segmento siguiente es un racconto, en labios del holograma de Jor-El, contando como se destruyó el planeta Kripton y cómo Kar-El escapó en la única nave que salió antes del cataclismo final. Un planeta destruido por la codicia, la avaricia y la falta de decisión de los dirigentes que dejaron que la crisis ecológica llegara hasta el colapso final. Lois le pide que no se entregue; Clark dice que debe hacerlo que no quiere poner a la Tierra en peligro.

Clark es entregado en medio de los insultos de los humanos, a un Zod poderoso que le dice: “así te tratan; únete a mí, abjura de tu padre y nos haremos de este mundo. Nuestro pueblo renacerá entre sus ruinas”. En ese momento, un pequeño grupo de humanos se opone a la entrega de Clark y arriesga su vida por él. Clark ve esa resistencia y pide ponerle fin. Se entrega a Zod quien lo hace pelota con un rayo de kriptonita y lo encapsula en un meteorito arrojado al vacío espacial, para permanezca allí cientos de años, sepultado en vida.

Una vez hecho esto, en un categórico corte de manga, el General Zod empieza a hacer pelota el planeta, ante la histeria de los colaboracionistas que exigen que Zod cumpla su palabra. Como es de esperar, Zod le hace corneta con la mano.

Lois ve venirse su mundo abajo, en medio del caos.

En un primer plano del meteorito en el que Clark está atrapado, acercándose al sol, vemos que la superficie empieza a rajarse. Racconto del padre adoptivo de Clark diciéndole que cuando sea grande sabrá que clase de hombre es, bueno o malo, y cambiará la historia del planeta. Porque sabrá darle a la humanidad lo que le está faltando: esperanza. Esperanza y dignidad, la dignidad que viene de la esperanza de un mundo mejor.

“Busca la luz” sentencia Jonathan Kent “No te alejes de la luz. La luz te dará la fuerza para ser un hombre mejor”. Acorde a este consejo, estalla el meteorito y sale Clark, ahora un Superman en todas las de la ley. Vuelve a la Tierra y lo hace pelota a Zod, en una emotiva lucha final. Los humanos lo alaban y recuperan su ética. El mundo es diferente con Superman. Pero Clark es diferente porque ahora sabe quién es.

Es Superman.

Diálogo final con Lois, volando en una puesta de sol. Le dice que siempre estará cerca de ella para protegerla. Pero que no pueden estar juntos porque el mundo necesita todavía de un Superman. Poco después lo vemos asumir como ayudante en el diario, en su disfraz de anteojos y facha de gil, sentado junto al escritorio de Lois que es lo suficientemente pavota para no relacionarlo con Superman.

Música final. Títulos finales. Al final, pasados todos los títulos, gag de treinta minutos, anunciando el siguiente capítulo de la historia de Superman, tal vez descubriendo que el General Zod no murió del todo o queda un grupo de desterrados o alguien guardó un cachito de ADN para la clonación. Lo que sea que nos asegure volver a ver a Michael Shannon en la próxima película.

Fin.

Ahí está. Ése es mi guión.

Si alguien lo conoce a Nolan, que se lo pase.

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