11.7.13
cada película tiene el público que se merece
ANTES DE LA MEDIANOCHE
data: http://www.imdb.com/title/tt2209418
Cuando se encendieron las luces del cine, se puedo escuchar un jovato sentenciando en voz alta: “Una película demasiado hablada”. A su lado, su esposa, una señora madura con los ojos llenos de lágrimas. Atrás mío, una chica joven explicándole a sus otras dos amigas como era la historia y qué había pasado en París, nueve años atrás. Más allá, una pareja onda intelectual, rozando los cincuenta, con la vista fija en los títulos, tomados de las manos.
Cada película tiene el público que se merece. Es cierto. Como también cada público tiene la película que se merece. Es una verdad científica. “Antes de la medianoche” es, sencillamente, una experiencia deliciosa. La charada de actuación y guión que Richard Linklater, Ethan Hawke y Julie Delpy juegan cada nueve años, siguiendo el crecimiento personal propio y de sus personajes. Si usted se cansa de ser testigo de esa pareja que charla, charla y charla, si usted considera que no dicen nada y que en esas dos horas de película no pasa nada, está bien, dejela, esta película no es para usted. Para los otros, prepárense a disfrutar de una experiencia especial.
Vemos a Jesse y Celine nueve años después de su reencuentro en París. Sus caminos se habían bifurcado, no felizmente. Y entonces quedaba la duda de si Jesse iba a tomar ese avión o no, si iba a dejar a su esposa y hundirse de lleno en brazos del amor de su vida. Para todos aquellos que fuimos tildados de románticos y optimistas, no nos quedaba la menor duda de cuál era la decisión de Jesse. Y nueve años después podemos expresar con aire de revancha: “¡Lo dije! ¡Lo dije!”. Era matemático. Estaban las pistas en cada parlamento, de una posible ida que se dilataba y se dilataba, hasta que Celine dice la última frase del filme: “Vas a perder el avión”. “Lo sé” le contesta Jesse.
Y ahora saltamos nueve años después, en vacaciones en Grecia. En cinco minutos, sabemos qué fue de la vida de Jesse y Celine en todo este tiempo. Y sabemos cuál ese el conflicto personal de Jesse: un hijo que está creciendo y que se está alejando de su padre, no sólo geográficamente.
Si “Antes del atardecer” tenía la poesía de la certeza del amor romántico e ideal, “Antes de la medianoche” tiene el sabor agridulce del amor fáctico. La realidad ha esmerilado no sólo los cuerpos de Jesse y Celine; también sus almas. Y ahora son dos fantoches que se intercambian sutiles agresiones, chicanas, pases de factura, al punto de plantearse si de verdad todo se ha acabado.
En esa habitación de hotel vacía, que Jesse observa con cierto cansancio y hastío, el silencio ocupa su lugar después de un rato largo de conversación, de palabras que tapan lo que se está sintiendo, lo que se está temiendo. En esos segundos, Jesse toma una decisión que afectará los próximos nueve años de sus vidas.
En la dinámica dramática entre Jesse y Celine, se adivina un sutil cambio. Jesse ya está convencido que la vida es eso, que no hay otra cosa mejor. Sabe que no será el gran escritor que soñó en su juventud, que lo mejor es eso que armó con Celine y sus hijos. Celine está en una etapa crucial de pataleo. Cree que todavía controla su vida, que puede concretar el plan de acción que se imaginó en su juventud, que la solución ideal es una cuestión de actitud. Está en ese instante clave de la vida de las personas en el que uno toma conciencia que ya nada puede cambiar, que se ha tomado un camino sin retorno y que la vida de uno es otro cosa que eso que se fue armando mientras uno trataba de seguir el ritmo.
Por eso, el último discurso de Jesse y la contestación de Celine, es la respuesta al tema de este episodio del viaje que los protagonistas iniciaron en Viena. Es todo lo que tengo, es todo lo que soy, no es mucho pero es todo lo que tengo para darte y todo eso, poco y todo, es tuyo. Capaz que no es tan romántico como besarse en el atardecer de París. Pero es mucho, mucho más real.
Hay una charla de amigos en ese último día en Grecia que parece insustancial. Pero tiene su hueso. Ahí, en el carrousel de parejas, de toda edad y tipo social, se adivina una generación más joven que no cree en el amor para siempre, aún cuando esté amando en ese momento. Pese al desgaste de la relación de Celine y Jesse, parecen tener la mejor parte de todos. Ellos han vivido una historia de amor. Los otros, ni siquiera se dan la mera posibilidad de tenerla. Y eso es suficiente para asegurarse que nunca van a tenerla. Así como empezamos esta crítica con que cada público se merece la película que tiene, hay personas que se merecen los amores que viven. Algunos prefieren la seguridad precaria del cine pochoclo, por no estar a la altura de las obras maestras del amor. Una capa de cinismo para saber que hay otro cine, otro amor, aunque les está vedado a ellos. La viuda que recuerda a su marido fallecido y a la brevedad de la vida, es el broche de la conversación. Hoy estamos, mañana no. Y a veces hay gente que nos toca y que se va, como todo se va algún día.
La química entre Ethan Hawke y Julie Delpy es, sencillamente, uno de esos pequeños milagros que se dan rara vez en el cine. Escuchar los idas y vueltas de sus charlas, es un placer cinéfilo y una lección de guión. Tanta realidad y tanta ficción al mismo tiempo.
Me quedo con una escena: la de Jesse y Celine viendo caer el sol y su frase “Sigue ahí... sigue ahí... ya no está”. Sabemos que no habla del sol. Y esa sutileza es uno de los tesoros de la película que sólo pueden disfrutar aquellos espectadores decididos a seguir el juego que proponen el trío Linklater – Hawke – Delpy.
Eso es “Antes de la medianoche”. Tomelo o dejelo.
Yo lo tomo. Que duda cabe…
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
FElicidades por la reseña. Yo tambien la tomo y la comparto
Publicar un comentario