En 1925, el barrio de Caballito perdió una de sus principales edificaciones. Se trataba del Palacio Videla Dorna, que se encontraba en Rivadavia al 4900, frente al actual Parque Rivadavia. El gran terreno que ocupó la casona fue dividido en 30 lotes que se vendieron a emprendedores. También se creó un pasaje que comunicara Rivadavia y su paralela, Yerbal. En un principio no tenía nombre y los vecinos lo llamaban Videla Dorna, hasta que a fines de 1933 se estableció por ordenanza municipal que se llamara África.
En la década de 1940, cuando ya se habían construido edificios y el vecindario había crecido, hubo protestas de algunos que, al parecer, pretendían una denominación menos genérica. Entre los que reclamaron se encontraba el escritor Rafael Alberto Arrieta, quien envió a la municipalidad su último libro: Florencio Balcarce, escrito en 1939, donde trazaba una biografía del poeta al cumplirse el centenario de su muerte.
En 1945, el pintoresco pasaje África se convirtió en Florencio Balcarce. Allí vivieron, además de Arrieta (en el número 80), Arturo Frondizi (número 17) y Antonio Berni, quien se encontraba a escasos metros, en Rivadavia 4893. El escritor Conrado Nalé Roxlo habitó el quinto de Balcarce 15 desde 1938. Llegó por recomendación de Pedro García, dueño de la librería El Ateneo y constructor del edificio. El departamento de Nalé tenía vista al Parque Rivadavia. Como el vértice de la ochava era curvo y se asemejaba a la forma de una proa, sentía que se trataba de un barco. Ése fue el motivo por el cual su departamento estaba decorado con varios artefactos náuticos. Entre ellos, un viejo telescopio de bronce, de casi dos metros de largo, que había pertenecido a un barco inglés y que le había regalado el poeta Amado Villar.
Nalé Roxlo solía entretener a sus hijas Carmen (la Nena) y Teresa (la Chini), enseñándoles las constelaciones. Pero lo que más divertía a las chicas era cuando pedían delivery de tortas a la Confitería Ideal, ubicada en la esquina de Rivadavia y José María Moreno (el terreno donde tuvo su quinta Martín Meyer), a 100 metros del edificio. No era una confitería más. Se trataba de una sucursal de la homónima que había abierto sus puertas en 1912, en Suipacha 384. La Ideal de Caballito era célebre por su Orquesta de Señoritas que amenizaba el concurrido horario del té y también el del copetín.
Nalé llamaba a la Ideal, lo atendían en el mostrador y pedía que le enviaran una torta de las que estaban en el exhibidor junto a la puerta. El encargado enviaba a un mozo para que tomara la torta de los estantes y el escritor le daba indicaciones a su interlocutor: “Esa no, la de al lado”. “No, no, la de chocolate, no. La de durazno que está en la punta”. “No, mejor la de frambuesa que está en el medio.”
Las hijas del escritor se reían al ver cómo el pobre mozo despistado trataba de entender el truco. Cuando tocaban timbre, el capitán Nalé Roxlo guardaba el telescopio, preservándolo para un nuevo viaje por el mundo de las travesuras..
DANIEL BALMACEDA
“El telescopio de Nalé Roxlo”
(la nación, 14.07.14)
18.7.14
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