En 1658, la ciudad de La Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Aires se componía de unas 400 casas de barro, con techos de caña y paja, que contenían una población de 3359 habitantes. La defensa de la ciudad contaba con 10 cañones en el fuerte y dos en la boca del Riachuelo, más una guardia de 150 hombres que formaban la infantería. En caso de ser indispensable, a estos hombres se les entregaban caballos para convertirlos en caballería. Por lo tanto, la defensa del territorio estaba conformada por una especie de ejército multipropósito que se adecuaba a las necesidades del momento.
En abril de aquel año arribaron tres navíos franceses a las orillas del Plata, comandados por el invicto general Timoleón D'Osmat, conocido como el caballero de La Fontaine. En nombre de su rey, Luis XIV, venía sumando éxitos por América Central. En una noche sin luna y tormentosa intentó desembarcar 200 hombres en cinco lanchones, a la altura de Magdalena, a unos 100 kilómetros al sur del poblado. El francés sabía que la resistencia en aquellas costas sería insignificante. Pero la fortuna estuvo del lado de los criollos: por azar se incendió un pajar que provocó una estampida de vacas, caballos y ñandúes. Fue tal el bullicio que los franceses creyeron que habían sido descubiertos. Reembarcaron en total desorden, en medio de una sudestada que los empujaba hacia la las playas. Un par de lanchas se hundieron y varios invasores murieron peleando contra el río.
La fauna local logró un inestimable triunfo. Pero no pudo cantar victoria porque Osmat, sin darse por vencido, bloqueó Buenos Aires durante ocho largos meses, a bordo de la Marechale, mientras esperaba refuerzos. El bloqueo perjudicó al poblado porteño, ya que la precaria economía comenzó a tambalear. El gobernador Pedro Ruiz de Baigorri preparó la defensa. Pero Osmat no atacaba. Ruiz de Baigorri consideró que había que tener paciencia: ya se iría. Sin embargo, el francés no se movía. Buenos Aires necesitaba abandonar esa situación pasiva y se propuso atacar. Lo hizo con una nave española, integrada por el ejército multipropósito de Buenos Aires, al mando de Ignacio de Melo, y otra aliada holandesa comandada por el capitán Isaac de Brac, que estaba de paso: sus intereses eran puramente comerciales, había vendido un cargamento de esclavos de Angola, tenía el barco abarrotado de mercadería local para llevar a Europa y el bloqueo estaba haciéndole perder demasiado tiempo y ganancias. Por eso se decidió a dar una mano a los defensores y participó junto con Melo en el primer combate del Río de la Plata donde Osmat perdió su preciado invicto. Y la vida: los holandeses abordaron la Marechale y acuchillaron sin ceremonia previa a la tripulación y su capitán.
(…)
DANIEL BALMACEDA
“El primer combate del Río de la Plata”
(la nación, 18.08.14)
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