Atravesó la noche y trajo consigo rachas de la bruma. Sobrevivió posiblemente, improbable como un punto suspensivo a la espera de un punto y aparte. La oscuridad fue su invitada y dialogó con ella al atardecer. Alumbrar como un sol negro y transitar la vida sin convencimiento. Podría, en un acto de fe, abdicar de los recuerdos de su estadía en lo espeso de la negrura. Pero su contento hubiera sido impostado, poco sincero. Y aceptó que el mundo brille menos al mediodía de lo que supo conocer. Y en ese Universo menguado, transitó con la convicción de los que no tienen convicción.
Ella se cruzó en su camino, como el milagro renovado de amaneceres tersos y esencias frutales desprendidas al frotar su piel y risas tontas sin argumento alguno.
Él sonrió al conocerla.
Pero su noche contrastaba tanto con su día, que sólo con estar a su lado oscurecía.
En otro momento, en otro tiempo, antes de conocer la noche, en otra vida. Tal vez… tal vez hubiera sido, se dijo.
Entonces ella lo tomó de la mano y soportó su noche, como él supo convivir con su día.
20.8.14
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