Reportaje en “La Nación” al historiador italiano Loris Zanatta, estudioso de los regímenes populistas. Seleccionamos los siguientes párrafos para este post.Un papa argentino tiene hoy potencialidades positivas y potencialidades peligrosas a la luz de la historia argentina. Positivas, porque la Argentina se encamina hacia una transición política que no será simple. El año que viene hay elecciones muy importantes, Cristina Kirchner no se puede presentar, el peronismo está divido y el kirchnerismo ha sido, además, un fenómeno de tal envergadura que estas elecciones no se pueden pensar como normales. El kirchnerismo se autorrepresentó como un nuevo orden y, cuando termina un nuevo orden, es normal que la transición sea especialmente tensa. Tener una figura de enorme prestigio como el Papa puede ayudar a una transición no traumática...
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Por razones históricas, la Argentina tiene problemas para separar la esfera espiritual de la esfera temporal, y para pasar de un orden unanimista a una democracia pluralista moderna. Si es así, y fue funcional el mito de la identidad común católica, se hace especialmente difícil consolidar lo que fue con el retorno de la democracia recuperar el Estado de Derecho y separar estas esferas. Es muy difícil seguir haciéndolo cuando en un hombre, en una figura espiritual y política, se concentran la autoridad espiritual de toda la catolicidad y el depositario del mito nacional argentino, de la nación católica. El riesgo es que la política argentina, que se siente débil, comience a desencadenar una lucha de todos contra todos para ver quién conquista la legitimidad conferida por el Papa, quién es el más papista de todos.
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Es lo que más me asusta, el trabajo sobre las nuevas generaciones. Hay una manipulación de la memoria. Paradójicamente, es uno de los efectos de la dictadura: entre los varios desastres, la violación de los derechos humanos, la guerra, la destrucción del Estado, la bancarrota económica, han creado heridas tan profundas que hoy esta narración histórica, el famoso relato, ha podido conquistar una gran legitimidad en una parte de las nuevas generaciones, a las que se le cuenta una historia que no es muy distinta de la que les contaron a las generaciones sucesivas a la caída del peronismo, que empezaron a mitizar al peronismo clásico. En esta generación pasa algo similar con los movimientos armados y no, revolucionarios y no tanto, de los años 60-70. Es una historia “inventada”, como nos enseñó Hobsbawm. Uno parece haber regresado a un clima de los años 70. Y esto no le hace bien a la Argentina, porque el mundo no es más el de los años 70 y es muy claustrofóbico. Este debate tan ideológico acompaña a modelos económicos nacionalistas autárquicos, como el de Cristina Kirchner, a políticas exteriores que aún piensan al mundo como si estuviéramos en la Guerra Fría, donde hay que combatir a Occidente... Hablar de Occidente en el siglo XXI ya no tiene sentido. Me parece una forma claustrofóbica de un país que vive el pasado como un eterno presente.
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Reportaje de ELISABETTA PIQUÉ a LORIS ZANATTA
“Hay una lucha entre los políticos para ver quién es el más papista de todos”
(la nación, 27.07.14)
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