7.10.16
la conformación de un mosaico
LOS SIETE MAGNÍFICOS
data: http://www.imdb.com/title/tt2404435
Una remake célebre de otra remake. Varios actores de lujo y un género caído en desuso que remite a la épica estadounidense. “Los siete magníficos” satisface (sólo satisface) apoyado en el vigor de la acción. ¿Por qué no termina de ser una gran película? Tal vez porque bordea una idea, pero no se mete de lleno en ella. Están los elementos. Sobrevuela el mensaje en más de una frase. Pero no es el pivote central de la trama. Y queda sólo en eso: una nota al pie y nada más.
El argumento es sencillo: un malvado empresario minero tiraniza a un pueblo, comprando a sus autoridades y despojando a los granjeros de sus tierras. El hombre, Bartholomew Bogue, no tiene respeto ni por la ley ni por Dios. Su meta es el dinero. Y cuando sus víctimas caigan en el olvido inexorable que impone el pasado, sólo quedará el nombre de su imperio. Y eso lo justificará de sus vilezas presente.
Sus víctimas pueden resignarse a perder todos sus bienes e irse. O buscar a un pistolero que los defienda. En la lucha desigual, encontrarán al justiciero: Sam Chilsom, un cazarrecompensas, negro y diestro con las armas. La paga es poca, el objetivo desmedido, las probabilidades absolutamente en contra. Pero Chilsom acepta el trabajo, recluta seis bastardos más como él y con ese escaso número, enfrenta al ejército de Bogue por el control (y el alma) de un pueblo.
“Los siete magníficos” tiene una lectura clara en estos tiempos de candidatura presidencial de Donald Trump. Un empresario blanco, anglosajón y protestante que barre con su avaricia sin límites con los pobres y los desamparados. Y quienes se oponen son ex soldados, un negro, un chino, un latino, un indio, una mujer. La América blanca y capitalista ante la comunidad desorganizada, diversa y étnica que ha llegado a este país para no irse. Si quieren lucha, habrá lucha. Pero los espacios ganados no serán cedidos.
Ésa es la gran batalla que representa “Los siete magníficos”. Y aunque sugerida, no es la base. El reclutamiento del grupo es muy burocrático y debería ser central. Porque ahí está el conflicto latente de las etnias que otrora lucharon entre sí y que ahora deben unirse ante un enemigo común. Y ese unirse los convierte en algo distinto a lo que eran: los convierten en Estados Unidos.
Por un lado la pureza de la raza blanca y el discurso que iguala democracia con capitalismo y con Dios, expresado en una de las primeras frases de Bogue que justifica su accionar con estas palabras: “Este país siempre ha equiparado a la democracia con el capitalismo. Y al capitalismo con Dios. No sólo les estorban al progreso y al capital... ¡le están estorbando a Dios!”.
La ética protestante explícita.
Del otro, los desarrapados que piden justicia, pero que si no pueden tenerla, aceptan quedarse con la venganza.
El símbolo de la iglesia quemada, de la campana que se iza en la torre calcinada, el signo de que no piensan rendirse, de que ellos también tienen su Dios y que no temen ostentarlo.
También las luchas del pasado, los pecados que manchan sus manos (como están manchadas las de Bogue) pero que quieren lavarse (como Bogue) en la redención del futuro. El recolector de cabelleras indígenas codo a codo con el indio; el soldado de la guerra civil que ya no quiere más muertes en su haber; los nietos de los enemigos de El Álamo cabalgando juntos en el oeste americano.
Ese mosaico es Estados Unidos. Esos pecados embarran los mejores propósitos y se expían con la sangre y con la mirada en un futuro en que, tal vez, puedan ser mejores.
“Los siete magníficos” habla, en esta lectura, más del Estados Unidos de hoy que del Lejano Oeste.
Y si Antoine Fuqua muestra su mano experta para la acción con bellos planos, travelings y tomas que sólo el western puede regalar, esa coreografía no deja de parecernos un tanto vacía. Tal vez, sugerimos, porque no se enfatizó lo suficiente en estos metamensajes que tenía la historia y que quedaron ahí, en la puerta, sin entrar de lleno.
Mañana, las mejores frases.
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