6.6.17
el fin de derecho
En la larga historia de la evolución de la vida en la Tierra, hay un período que provoca una especial fascinación en la comunidad científica, y que es foco de una acalorada discusión que se remonta al debate que sostuvieron Charles Darwin y sus contemporáneos a mediados del siglo XlX. La denominada “explosión del Cámbrico”, ocurrida hace unos 540 millones de años, fue el lapso de innovación biológica más dinámico en la historia del planeta.
Hasta ese momento la vida se limitaba a organismos simples, unicelulares, que a lo sumo se organizaban en colonias, pero en los 20 millones de años que siguieron -un período corto desde el punto de vista evolutivo- el ritmo de cambio adquirió una velocidad nunca vista y se produjeron divergencias y ramificaciones que dieron lugar a las vías evolutivas que terminaron en los organismos vivos -plantas y animales- de la edad moderna.
¿Por qué se produjo este fenómeno? Hay muchas hipótesis al respecto. El zoólogo inglés Andrew Parker, de 50 años, tiene una explicación controvertida, pero que tuvo gran difusión gracias a su libro Blink of an Eye (El parpadeo de un ojo), que hace una doble alusión con su nombre: por un lado, a lo rápido que ocurrió la gran transformación del Cámbrico, y por el otro, al factor que, según Parker, fue el decisivo para disparar esta carrera evolutiva genética. Para el profesor del Museo de Ciencias Naturales de Londres, hasta ese entonces los mares y océanos terrestres (donde se concentraba el 100% de la vida) tenían una composición química que los volvía opacos, no se podía ver nada en el agua. No había estrategias de depredación posibles: un organismo podía comerse a otro que pasara cerca, por azar, pero esto no trazaba una línea evolutiva definida.
Según Parker, la composición química del agua cambió por entonces, y los mares se volvieron más claros y trasparentes. La visión se convirtió, por consiguiente, en el gran vector de la evolución: los organismos que comenzaron a tenerla como habilidad ganaron estrategias mucho más eficientes para depredar y no ser depredados. El zoólogo profundizó en su investigación y en el año 2006 publicó otro libro, de gran éxito, Siete colores mortales, donde describe la variedad de métodos para producir colores que fueron evolucionando en la naturaleza, y sus implicancias para el estilo de vida de distintas especies animales.
Aunque suene raro y paradójico, esta ventana cámbrica de más de 500 millones de años sirve para “iluminar” -y aquí el sentido es estrictamente literal- lo que podría suceder en un futuro cercano con el impacto de diversas tecnologías. En la revista Scientific American, el filósofo Daniel Dennett trazó una analogía entre este momento bisagra biológico y el que estamos viviendo ahora a nivel social, cultural y económico con la irrupción de tecnologías exponenciales que le están restando opacidad -cada vez de manera más acelerada- al océano de interacciones entre los individuos.
Los avances que tienen que ver con lo digital, con la inteligencia artificial, con blockchain y otras tecnologías están volviendo las aguas más trasparentes, y las empresas y los individuos que puedan mutar y adquirir un sentido más potente de visión son los que tendrán la ventaja comparativa sostenible. En un contexto darwiniano de selección tan salvaje como el que ocurrió hace más de 500 millones de años.
Los caminos en los que las nuevas tecnologías empujan hacia una mayor trasparencia son múltiples. En la edición 2016 de TEDxSalón, el abogado Martín Böhmer, que tiene un doctorado en Ciencias del Derecho en Yale, especuló con una hipótesis del “fin del Derecho” sobre la base de una dinámica en la que las redes sociales pueden servir para promover comportamientos éticos en forma mucho más eficiente y rápida que los mecanismos legales tradicionales.
Böhmer dio el ejemplo de una fábrica multinacional de zapatillas que decide no contratar trabajo infantil en un país pobre, no por el riesgo legal ni porque una ONG lo instigue a no hacerlo, sino porque una foto en Instagram de chicos trabajando en su planta podría destruir la reputación de la marca en minutos y producir el rechazo de sus clientes en todo el mundo.
(…)
En su libro Down The Rabbit Hole, el emprendedor y evangelizador de Blockchain Tim Lea cree que esta nueva tecnología puede ayudar a reducir de manera drástica la corrupción en los países. “En teoría puede hacerlo; sus capas son transparentes y completamente auditables; el mayor desafío está en su implementación: seguramente los políticos y sistemas corruptos pondrán mucha resistencia a implantar un sistema que vuelva visibles sus prácticas más opacas”, dice Lea. Por ejemplo, Lea estima que un 67% de la propiedad mundial no tiene un registro formal, un problema muy grave en países pobres: “Es muy claro en este contexto el incentivo que hay a que actores corruptos roben estas propiedades”, dice el emprendedor. Este problema podría solucionarse implementando la red descentralizada (y de hecho ya hay experiencias al respecto con programas de titulación de tierras en América Central).
(…)
SEBASTIÁN CAMPANARIO
“La explosión del Cámbrico, la era en la que se hizo la ‘luz’”
(la nación, 04.06.17)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario